miércoles, abril 28, 2010

Después del trajín... ¡Cumpleaños de Pablo!

¡Que empiece la acción!, pienso el sábado al caer de la cama. Ducha rápida, me aliso el pelo, me visto, compro un poco de pescado y con cara simpática (¡hay veces que incluso lo consigo!) suplico al zapatero que me arregle mis zapatos en una hora, que por la noche tengo una fiesta y pienso bailar mucho. ¡Niños, a la piscina!, grito al entrar por la puerta. Mientras nadan largo arriba largo abajo devoro el último libro de Fred Vargas, "Un lugar incierto",  y me intento espabilar con una coca-light. A las seis de la tarde vuelvo a casa. Alonso despierta de su siesta después de estar todo el día con su padre.
-¿Qué has hecho hoy? -pregunta somnoliento.
Sonrío, cargo el cargador y disparo mi metralleta.
-Uf, no parar. Después de la piscina he recogido los zapatos, hemos ido al fútbol, nos han vapuleado en el partido, Diego se ha quedado con su amigo Alejandro, me he ido con Álvaro al chalet de su amigo Ignacio en La Cabrera, Maite me ha invitado a una rica lasaña... Y aquí estoy de vuelta.
-Vaya, pues sí que te ha cundido el día. ¿Estaba Álvaro nervioso?
-Sí, emocionado, es la primera vez que se queda en casa de un amigo a dormir. ¿Nos vamos al cine? La fiesta empieza a las nueve...
-¿Seguro que quieres ir al cine?
-La casa es nuestra, no hay niños... ¡Nos quedamos! 
A las nueve, muy descansaditos, llegamos a la gran fiesta: el cumpleaños de Pablo, su cincuenta aniversario.

Pablo e Isabel, los grandes amigos de mi madre, siempre han estado. Los recuerdo sentados en el salón de casa, cortando las galeradas de la revista "El geólogo". Después la vida se cruza y entrecruza. ¡Cómo no agradecer las clases privadas de Quark XPress cuando nadie conocía ese programa!, ¡cómo no recordar las torrijas y delicias gastronómicas de Pablo!, ¡cómo olvidar los arreglos informáticos al fundirse los plomos de casa!... Pequeños detalles que plagan la memoria.



El sitio elegido para la celebración, una gran nave en un polígono industrial, nos tenía muy intrigados. En la entrada un "segurata" nos acompañó hasta el ascensor, introdujo un código y partimos hacia lo desconocido. Al salir, el descubrimiento: una gran discoteca con escenario, pantallas enormes... Pablo estaba feliz rodeado por todos los suyos. Empezaron las sorpresas: un álbum de fotos, un vídeo realizado por sus amigos... Pero la gran sorpresa nos la dio él. Subió al escenario y nos deleitó con un concierto fantástico, emulando a Billy Joel. Las notas volaban por la sala: Piano man, Uptown Girl... Un éxito absoluto. Pura emoción. Y después, cómo no, ¡a bailar!

¡¡Muchas felicidades, artista!!

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