lunes, octubre 16, 2017

Tengo regordimientos


En julio decidí poner fin a nuestra relación. Entré en el baño, miré a la mardita báscula y le dije "ahí te quedas, bonita, que me tienes harta, que eres mi mayor pesadilla". Ella ni se inmutó, así que cogí el secador como si fuera un micrófono, me solté la melena y empecé a cantar como Camilo Sesto: 
      Ya no puedo más, ya no puedo más 
      siempre se repite esta misma historia. 
      Ya no puedo más, ya no puedo más 
      estoy harta de rodar como una noria. 
La japuta ─lo siento, pero mi ira me obliga a insultarla─ se iluminó como alma que lleva el diablo para seducirme con sus lucecitas y volviera a pisar su plataforma. Aguanté. Fui dura, tomé de nuevo el secador y en vez de cantar, grité.  

      Vivir así es morir de amor 

      por amor tengo el alma herida. 
      Por amor no quiero más vida que su vida. 
      Melancolía. 
Han pasado más de tres meses. Ha sido duro, pero para superar nuestro desamor y el dolor de corazón me he lanzado al vicio gastronómico. Me he zampado paellas, chuletas de cordero o torreznos; me he bebido tintos de verano, cervezas, gin-tonics y vinos blancos y tintos... Vamos, que me he desatado para olvidar a mi antiguo amor y ahora el botón del vaquero oprime mis michelines y siento unos enormes regordimientos.  
      Vivir así es morir de amor. 
      Soy mendigo de sus besos. 
      Soy su amigo, quiero ser algo más que eso.
     Melancolía.
Pensé que nuestra relación había terminado, que jamás volveríamos a juntarnos, pero no puedo vivir sin ella. Soy una adicta a sus verdades que se clavan como puñales (pedazo cursi-frase). Lo admito, esta mañana he retomado nuestra masoca relación para apaciguar mis regordimientos y, cómo no, empiezo la dieta. ¡Te odio, mardita báscula!

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